30.12.09
 KILÓMETROS DE CELULOIDE (I)
Son auténticas estrellas sobre cuatro ruedas. El celuloide los ha inmortalizado con más fuerza, en muchos casos, que cualquier actor o actriz de carne y hueso. Son los coches más míticos de la historia del cine: desde los Aston Martin coche por antonomasia de la saga cinematográfica de James Bond, hasta el mítico Mustang que usaba el no menos mítico Steve McQueen en Bullit, pasando por el maléfico Plymouth rojo y blanco, encarnación del mal en la terrorífica Christine. Os invito a un paseo a toda velocidad por los automóviles más famosos de la historia del séptimo arte. Seguro que el recuerdo de estos modelos también les retrotrae a esos filmes donde “actuaban” y con los que todos gozamos.

Aston Martin DBS
En este repaso que haremos por algunos de los coches más famosos que han aparecido en la historia del cine empezamos con una absoluta joya que aparece en la saga cinematográfica más longeva de todas. Hablar de James Bond y no hablar de su mítico Aston Martin sería arrebatarle uno de los rasgos característicos del personaje ya inmortal creado por Ian Fleming, al igual que su licencia para matar o su martini “mezclado, no agitado”.

El nivel de sofisticación de los sucesivos modelos fabricados por la casa británica que ha ido conduciendo el más famoso agente secreto de la historia, así como los gadgets que durante décadas han ido acumulando gracias a las habilidades de Q (el científico que trabaja para los Servicios Secretos de su Real Majestad y que durante tantas películas interpretó el inefable Desmond Llewelyn), o a las generosas partidas presupuestarias de los sucesivos M -el jefe de Bond, ahora jefa desde Goldeneye en 1995- le convierten en el auténtico precusor del paradigma de “coche fantástico” -ya saben, mucha tecnología para luchar contra el mal-.

Desde el Aston Martin DB5 de Goldfinger (1969) hasta el último DBS con el que se abre Quantum of solace -seguido frenéticamente por un Alfa Romeo 159 en una espectacular persecución-, han convertido a este modelo en el icono cinematográfico por excelencia.



Ford Mustang GT 390
Otro modelo mítico. No importa la cantidad de neumáticos quemados y rollos de película gastados. Sin lugar a dudas, la mejor persecución jamás filmada en el celuloide es la que Steve McQueen protagoniza en Bullitt, dirigida por Peter Yates en 1968. El increíble hecho de que hayan pasado 41 años le da un valor mayor a esta secuencia mítica, protagonizada por un Mustang GT 390 conducido por Steve McQueen, y un Dodge Charger, conduciendo como alma que lleva el diablo por las empinadas calles de San Francisco (y también por las afueras de la ciudad). Sin efectos especiales de ningún tipo ni ordenadores que impongan su “magia digital”. Todo real. Pura adrenalina. Puro cine de acción. Dos modelos míticos de coches para una escena que ya es historia del cine... gracias a estos coches.



Plymouth Fury 1958
Para adrenalina, la que hace desprender el Plymouth Fury del año 58, rojo y blanco. Toda una maravilla clásica... con una buena dosis psicopática bajo el capó. Christine es una novela de Stephen King llevada a la gran pantalla por John Carpenter, sobre el proceso de transformación de un adolescente en una especie de cómplice al volante de un coche poseído por las fuerzas del mal. En su día causó más de una pesadilla y sirvió para hacernos mirar con otros ojos las líneas clásicas de los coches americanos de los años 50 (una de las obsesiones de King, a las que volvería en su novela Buick 8) y, sobre todo, para poner en valor este raro y hermoso modelo clásico estadounidense, del que apenas se fabricaron 3.000 unidades por parte de la marca filial de Chrysler de este modelo en el año 58.

Eso sí, pese a su mal carácter, Christine era capaz, tras sus furiosos ratos homicidas, de “curar sus propias heridas” y restaurarse de manera milagrosa: toda una alegría para las compañías de seguros.



Ford Gran Torino Sport
Centrémonos ahora en un coche que ha sido noticia hace poco gracias a una excelente película del maestro Clint Eastwood. La impresionante última versión del Torino de Ford, un coche que dejó de producirse en el año 1976, es el protagonista de la última película de Harry el Sucio, en la que el vehículo se convierte en el símbolo de una serie de ideales estadounidenses que el protagonista lucha por mantener dentro de su barrio multiétnico y conflictivo.

Además de tratarse de una de las pocas películas con nombre de vehículo, el Gran Torino es todo un homenaje a una década -la de los 70-, y a un coche que fue un éxito de ventas a lo largo de sus casi siete años de existencia en todas sus versiones y que conoció las mieles del éxito en el circuito deportivo NASCAR. Es curioso que en la película, no se viera conduciéndolo a un viejo lobo como Eastwood. Una pieza de museo.



Checker Marathon
Turno ahora para los taxis en esta breve recopilación. Y seguro que no hay ninguno más memorable que el típico cab neoyorquino de líneas clásicas, redondeadas, con su cenefa ajedrezada recorriendo sus laterales y que en el cine (a pesar de ser “actor secundario” en muchas películas), materializa el ansia de justicia del protagonista de Taxi driver, un insomne Robert de Niro, que conduce por la Gran Manzana de madrugada y se da cuenta de que lo que había contemplado en Vietnam, durante la guerra, es un juego de niños comparada con la corrupción nocturna de su ciudad.

Sin embargo, este modelo tampoco ha sido perdonado por la crisis: la compañía de Michigan, Checker Motors, se tuvo que acoger a la bancarrota en enero de este año, tras 87 años de existencia.

Más allá del aluvión de premios que consiguió la cinta de Martin Scorsese en 1976 y la excelencia de la obra (sustentada en un guión excelso de Paul Schrader, una dirección magnífica de Scorsese y unas interpretaciones de vértigo), queda para el recuerdo la imagen de este Checker Marathon rodeado de oscuridad, con las luces de la ciudad reflejándose en su carrocería y envuelto por la música del genial Bernard Hermann.



Cinco coches. Cinco películas. Cinco formas de ver un mundo a través de vehículos que también han hecho posible construir el sueño del cine.

Continuará...

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que puede percibirse
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tengan comienzo, nudo y desenlace,
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