5.11.08
 ¿SUEÑAN LOS DIRECTORES CON PELÍCULAS ELÉCTRICAS?


Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.

Frase mítica de Blade Runner. Pero antes de entrar en harina, vayamos al principio. Al Creador. Hablar de Philip K. Dick es hacerlo de uno de los grandes nombres de la literatura de ciencia ficción. Es hablar también de un filón para el cine en los últimos veinte años, puesto que se han adaptado para la pantalla varios de sus relatos, algunos con más fortuna que otros. Spielberg hizo una adecuada recreación de uno de sus relatos, Minority report, y Ridley Scott puso de moda a un autor que moriría poco antes de ver acabada Blade Runner, adaptación de su relato corto ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Otros venerables nombres como el de Paul Verhoeven también se han atrevido a utilizar al señor Dick como fuente de inspiración cinematográfica (v.g. Desafío Total).
La obra de Dick se ha calificado de visionaria, fría, desprovista de sentimiento pero terriblemente cercana a una verdad que puede cristalizar en los próximos años. Probablemente tampoco se equivoquen aquellos que encuentran analogías en los mundos futuros que este escritor narraba en sus obras con aquel que le tocó vivir (y con el que nos toca en suerte también a nosotros). De todas formas ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? encontró una magnífica versión cinematográfica, aunque la película de Scott incidía algo más que el libro en aspectos llamémosle sentimentales. La película se aleja en algunos asuntos del relato de Dick aunque sigue siendo una alucinante pesadilla fantacientífica cuya principal premisa argumental es la tenue línea que separa lo artificial de lo natural, expuesta en la historia de un agente, Rick Deckard, que se dedica a cazar replicantes, androides con semejanza humana y lo que es más importante, con la capacidad de sentir, algo que les hace especialmente peligrosos para el statu quo imperante (una ciudad anclada en la mitad de nuestro siglo con cierto aroma a megalópolis nipona).
Eso en el terreno literario. Pasemos al celuloide. Ridley Scott (con la ayuda literaria de Philip K. Dick y la de Hampton Fancher y David Webb Peoples en el guión y antes de querer convertirse en el director que más películas rueda), no solo monta una magnífica intriga policiaca, sino que también se esmera en detallarnos un futuro tenebroso (¿por qué el futuro casi siempre es oscuro?¿miedo a lo desconocido?), esa megalópolis que ya de por si es un personaje en el que interactuan los demás. Analogía: lo mismo ocurría con la selva que describía Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas.
Fantasía distópica en un principio, Blade Runner va más allá. Interesante mezcla de géneros incomprendida en su tiempo (y aún hoy por mentes incapaces de ir más allá de tontadas sentimentaloides perpetradas por las majors de Hollywood que pueblan cines y estanterías de videoclub), Scott combina cine negro, acción, drama clásico (en el sentido grecolatino de la palabra), además de ser una obra multireferencial en varios aspectos (citas inspiradas en grandes de la literatura, partidas de ajedrez famosas, etcétera). La película (así como la obra literaria de Dick), es también una avanzadilla de mundos futuros que bien podríamos vivir/sufrir. De esa labor premonitoria participaron a posteriori películas como Inteligencia Artificial (basado en un relato de otro de los grandes de la literatura fantacientífica, Brian Aldiss), Minority Report, Robocop, Brazil o la saga de Matrix. Muestras de anime como Akira, Ghost in the Shell, Appleseed o Cowboy Bebop son totalmente deudoras del lenguaje cinematográfico de esta película.
Por otro lado, en la génesis de Blade Runner no solo confluyeron una buena materia prima (relato), con un guión atinado (obra más de Peoples que de Fancher) y un director en estado de gracia (que venía de hacer Los duelistas y Alien, el octavo pasajero). Este film no sería el mismo sin la influencia de la obra de Moebius o Edward Hopper, que establecieron en gran medida el estilo visual de la cinta, más un sensacional trabajo de decorados de Syd Mead, unos efectos especiales avant garde a cargo de Richard Yuricich y Douglas Trumbull y la evocadora música de Vangelis. Cóctel perfecto que no gustó apenas al otro lado del charco en el 82 cuando la película se estrenó, pero que fue capital para que el mercado videográfico se desarrollara, porque fue ahí donde el film de Ridley Scott tuvo una segunda vida y donde se convirtió en "objeto" de culto.
Como prácticamente toda la obra de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? es un fulgurante y directo relato, que absorbe al lector desde la primera página con un comienzo impactante y demoledor y que te lleva por senderos que todo aquel devoto de la película de Scott debiera conocer. Película y libro se complementan. Son las dos caras de una misma moneda. Si tenemos al alcance de nuestra mano esta joyita literaria de la ciencia ficción, podemos ver, comparar y regocijarnos con el genio de un autor, de un genio esquizofrénico (sazonado con adicción a numerosas drogas) que se ha convertido a título póstumo en uno de los reyes de la narrativa de ciencia ficción y con cuya prosa nos llevó a través de las puertas de Tannhaüser para observar naves ardiendo más allá de Orión.

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CITAS VARIAS .-

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que puede percibirse
con los ojos cerrados'

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tengan comienzo, nudo y desenlace,
pero no necesariamente en este orden'

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