18.10.07
 DEBORAH KERR: DE AQUÍ A LA ETERNIDAD

Ha muerto Deborah Kerr, protagonista de clásicos del cine como De aquí a la eternidad o El Rey y yo, una de mis actrices favoritas. Lo hizo a los 86 años en el condado de Suffolk, en el sureste de Inglaterra. Kerr, uno de los máximos exponentes del Hollywood de los años 50, padecía Parkinson desde hacía varios años.
La actriz, casada con el escritor y guionista de Hollywood Peter Viertel y madre de dos hijas, vivía en Suiza, pero volvió a Reino Unido para estar cerca de su familia ante el empeoramiento de su estado de salud.
Nacida en Helensburgh (Escocia) en 1921, la intérprete intervino en numerosos filmes británicos antes de dar el salto a Hollywood en 1947, donde pronto se convirtió en uno de los nombres imprescindibles de la cartelera estadounidense.
Kerr estuvo nominada en seis ocasiones al Oscar a la mejor actriz, dos de ellas tras haber interpretado dos de los papeles que le reportaron mayor reconocimiento: De aquí a la eternidad, con Burt Lancaster (1953), y El Rey y yo, con Yul Brynner (1956).
La famosa escena en la playa de Kerr junto a su compañero de reparto Burt Lancaster en De aquí a la eternidad es una de las imágenes más repetidas del mundo del cine, y en la época llegó a rozar lo escandaloso.
Otras de sus películas fueron Tú y yo (1957), de Leo McCarey; Buenos días tristeza (1958), de Otto Preminger; y Vida y muerte del Coronel Blimp (1943), de Michael Powell y Emeric Pressburger.
En 1994, Kerr recibió un Oscar honorífico por su carrera consagrada al cine.

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6.10.07
 LA MALA CIENCIA

Hierático y a la vez azorado, pues le va la vida a su personaje, el actor Gary Sinise contempla un monitor en el que deambula estultamente una presunta doble hélice de ADN. Solemne, proclama: “¡Parece ADN humano!”. A lo que su avispada compañera replica sin inmutarse: “Pero le falta el último par de cromosomas”.
Tal escena no es producto de una pesadilla surrealista, sino de la película Misión a Marte. Poco importa que la cinta sea obra del gran Brian de Palma o que los créditos hagan gala de un presunto asesoramiento técnico de la NASA. Ni de un cromo del ADN se puede inferir si es humano o cefalópodo, ni el ADN contiene pocos o muchos cromosomas, sino al contrario.
El séptimo arte ha acostumbrado al espectador a tragarse expresiones como “proteína unicelular” o “virus carnívoro”, o a las mil y una perversiones del término “mutación”, todo ello producto de guionistas y directores veleidosos con una absoluta falta de escrúpulo al retorcer las leyes de la física, la matemática, la química o la biología para acomodarlas al particular albedrío del universo hollywoodiense. En Estallido, suspense vírico sostenido por la eficacia de Dustin Hoffman, un mono infectado produce un antisuero que parece ser apto para inyectarlo directamente en las venas de los pacientes y, además, el minúsculo animal lo fabrica en cantidad suficiente para abastecer a todo un pueblo asolado por la epidemia.
No se trata de eliminar la fantasía en el cine, sino de ceñirlo a los mismos criterios de rigor que prestan credibilidad a una producción basada en la solidez de los detalles históricos o del vestuario.
Quizá el atentado más flagrante contra la ciencia en el cine no provenga de casos como La guerra de las galaxias del tándem Lucas-Spielberg —¿no os habéis preguntado por qué no están todos flotando en el espacio, por qué las explosiones se ven, si se supone que eso no puede pasar, o por qué esas mismas explosiones “hacen ruido”, si en el vacío se supone que lo único que hay es silencio?—, sino de producciones que se barnizan de ciencia escudándose en clichés preconcebidos o en jerga pseudocientífica. Inciso: aunque inexacta, La guerra de las galaxias es lo más. Así que, ni tocarla.
Los ejemplos abundan en el terreno de la ciencia ficción. En la mencionada Misión a Marte, un astronauta se congela ipso facto al arrancarse su escafandra en el espacio. Según los expertos, la baja densidad de moléculas en el vacío impide que el rozamiento arrebate el calor del cuerpo, y la congelación por irradiación pasiva es extremadamente lenta. Muy al contrario, el efecto inmediato sería un achicharramiento por la radiación cósmica (se nota que me he empollado la Wikipedia). Películas como El núcleo, donde un equipo debe penetrar hasta el centro de la Tierra a bordo de una tuneladora para restaurar el campo magnético del planeta; El día de mañana, con delirios climáticos aberrantes; o Armaggedon, con Bruce Willis salvando al planeta de su destrucción por un asteroide amenazador, son una sarta de despropósitos científicos.
No sólo la ciencia ficción es víctima de los gazapos científicos. Hay estudios que se han ocupado de analizar, teórica e incluso empíricamente, fenómenos que se dan por asumidos y que forman parte del inventario de recursos del cine comercial. Los resultados son sorprendentes: las balas no producen chispazos al impactar sobre metal, los rayos láser son invisibles, y un balazo en el depósito de combustible de un vehículo no lo hará explotar. Aún más insólito, un cigarrillo encendido arrojado sobre un charco de gasolina no logra prender el carburante, una equivocación que sedujo al mismísimo maestro Alfred Hitchcock en una de las escenas más tensas de su thriller Los pájaros.
En España aflora la tendencia en diversos blogs dedicados a esta materia. Entre ellos figura Malaciencia (http://malaciencia.blogspot.com/), del ingeniero de telecomunicaciones y desarrollador de software Alfonso de Terán. En sus dos años de vida, ha publicado más de 170 comentarios críticos sobre el maltrato que sufre la ciencia en los designios de los guionistas. Y no se limita a las superproducciones made in Hollywood.
Por fortuna, en el lodo también destellan algunos diamantes. Los expertos coinciden en señalar como ejemplos de buena ciencia en el cine la dictadura genética de Gattaca, la especulación cósmica de Contact y la odisea espacial de 2001, donde Stanley Kubrick contó con el asesoramiento del autor, Arthur C. Clarke, para plasmar un espacio sin sonido ni pirotecnia, una simulación de la gravedad creada por rotación, o un correcto reflejo de la ausencia de “arriba y abajo”, error habitual en otras producciones en las que dos naves coinciden de forma casual en la misma orientación con respecto a un punto de referencia absurdo: la cámara que las filma.
En su lucha por imponer la ley científica en el terreno del imaginario colectivo, el físico Costas Efthimiou no se conforma con hundir su bisturí en el cine. También el folclore popular es susceptible de pasar por el tamiz de los cálculos de Fermi para dejar en evidencia su irracionalidad.
El último trabajo de Efthimiou, publicado recientemente en la web arXiv de la Universidad de Cornell (EEUU), demuestra que vampiros, fantasmas y zombis sencillamente no existen. Los espectros no pueden atravesar paredes y al mismo tiempo subir escaleras, un atentado contra el sentido común reflejado en películas como Ghost, y al que el físico aplica el principio de acción y reacción.
En el caso de los discípulos del conde Drácula, el razonamiento es matemático. Según el autor, la estimación del gobierno estadounidense sobre la cifra de población mundial para el 1 de enero de 1600 era de 536.870.911 habitantes. Si ese día hubiese surgido el primer vampiro y hubiera mordido a una víctima cada mes, reclutándola así para la causa de las tinieblas, en junio de 1602 todos los seres humanos se habrían convertido en vampiros, sin nadie de quien alimentarse.
El argumento desbanca la teoría vampírica por dos vías. Primero, la reducción al absurdo, una vieja conocida de los estudiantes de ciencias. Segundo, el principio antrópico: cualquier hipótesis tiene que ser compatible con la existencia humana. Y el mal sueño de Bram Stoker por una indigestión de cangrejo —según cuenta la leyenda— no lo es. Los sueños, sueños son.

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4.10.07
 HABLANDO DE LISTAS

Los años no pasan para Ciudadano Kane, la obra maestra de Orson Welles que una vez más se mantiene a la cabeza de la lista de las mejores películas de la historia del cine.
Así lo atestigua el Instituto de Cine Americano (American Film Institute) por segunda vez en esta década, donde insiste en el poderoso recuerdo y maestría de ese filme habitualmente resumido en una palabra: Rosebud.
Con el título Cien años, cien películas, décimo aniversario, el Instituto pone en marcha una vez más un listado que le ha dado popularidad y dinero, a la vez que alimenta la curiosidad del público por saber más de los clásicos cinematográficos.
De la lista se encargan un amplio grupo de críticos, historiadores y expertos, que en esta ocasión han corroborado la opinión de sus predecesores en cuanto a la valía de Ciudadano Kane.
La cosa cambia al hablar de El Padrino, film de Francis Ford Coppola que hace una década estaba en tercer lugar y ahora ha cambiado puestos con el clásico romántico Casablanca, que pierde su segundo puesto y pasa a tercera posición.
Otros cambios entre los 10 primeros es el de Toro salvaje, de Martin Scorsese, que sube del puesto 20 al cuarto de la lista, o Vertigo, de Alfred Hitchcock, que pasa del lugar 61 al noveno.
Completan los diez primeros lugares Cantando bajo la lluvia, en quinto lugar, y a continuación Lo que el viento se llevó, Lawrence de Arabia y La lista de Schindler. El Mago de Oz queda en el décimo puesto tras el ascenso de Vertigo.
En un comunicado, el Instituto Americano del Cine indicó que, "en muchos sentidos", el cine estadounidense refleja el país y que los cambios en ocasiones se deben al mercado del DVD, que rescata clásicos quizá olvidados entre la audiencia.
Este es el caso de un filme como Centauros del desierto, considerado uno de los mayores clásicos del oeste y de lo más destacado de la filmografía de John Ford y John Wayne, ahora en el puesto 12 de esta lista en lugar del 96 que ocupaba antes gracias a su edición restaurada en este soporte.
Entre la producción cinematográfica de la última década, tan sólo cuatro filmes pasaron a formar parte de las cien mejores películas de la historia. Se trata de El señor de los anillos: la comunidad del anillo en el puesto 50, Salvad al soldado Ryan, en el 71, Titanic, en el 83 y El sexto sentido, en el 89. Como veis, para todos los gustos.

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CITAS VARIAS .-

'el mejor cine es aquel
que puede percibirse
con los ojos cerrados'

'no es un arte, sino un aroma'

'me gusta que las películas
tengan comienzo, nudo y desenlace,
pero no necesariamente en este orden'

'dime lo que comes y te dire lo que eres'
 SOBRE este sitio
El hombre no sólo se alimenta
con las viandas habituales...
algunos necesitan
de otras cuestiones,
el cine es una de ellas.
Un acercamiento muy personal al Séptimo Arte, una visión que es una más, sólo eso, ni mejor ni peor. Sobre gustos no hay nada escrito, y todo depende del cristal con que se mira.
El cinéfago expone y tú opinas.

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